Defensa Personal e
incidencia del Estrés.
Ante una amenaza inminente, en nuestro cuerpo se producen
unos cambios fisiológicos que alteran nuestras capacidades físicas y sensoriales.
Toda persona civil y los profesionales de la seguridad deben ser conscientes de
ello. Podemos enunciar las siguientes alteraciones básicas:
- Elevación del ritmo respiratorio y cardiaco.
- Constricción de los vasos sanguíneos en la zona abdominal.
- Dilatación de las pupilas.
- Mayor irrigación en los músculos de las piernas.
Estos cambios se traducen:
- Falta de aire.
- Menor destreza y coordinación.
- Visión túnel.
- El sentido del oído disminuye.
- Disminución de las habilidades motoras complejas (para la manipulación y manejo de objetos).
- Dificultad para realizar tareas varias.
- Parálisis.
Debemos ser conscientes de que estos cambios
físico-hormonales afectan a la eficacia del combate / defensa. En estas
situaciones, pueden prevalecer sobre la técnica el instinto de supervivencia, y
primar la eficacia de técnicas simples sobre aquellas muy elaboradas.
Resulta pues clave incluir en los entrenamientos sesiones
dónde se aborden situaciones con fatiga física, y se exija la defensa ante
ataques imprevistos, y que causen un
entorno de agobio para que el practicante conozca sus propias reacciones y respuestas
con las técnicas aprendidas.